La cocina

Si tuviera que elegir una estancia de Mendiburu como mi favorita, sin duda elegiría la cocina. No es casualidad que sea la foto elegida para la ilustrar el mes de diciembre de nuestro calendario del 2024 y para finalizar con ella esta pequeña serie de historias y anécdotas de nuestro hogar con el que espero haberos entretenido un poco a lo largo del año.

He tenido la inmensa suerte y con el paso de los años me doy más cuenta de ello, de crecer en una familia trabajadora donde hemos vivido con sencillez y todo lo que hemos ido haciendo ha costado trabajo y mucho esfuerzo. No hemos tenido lujos materiales pero sí hemos gozado del privilegio de disfrutar de las cosas más básicas y sencillas de la vida que son el mayor lujo de todos: mucho cariño, una casa acogedora y comida casera cada día.

Y digo lujo y lo afirmo porque en mi escala de placeres de la vida, la buena comida está en lo más alto.
Mi madre y mi abuela han sido grandes cocineras. Cocineras de guisos de los de “toda la vida”, de esos que cuando entras en casa y hueles el ambiente se te pasan todos los males del día de golpe.

Como digo, la buena comida ha sido una constante en casa y desde luego, el núcleo de nuestro hogar era la cocina. Allí donde estuviéramos, en Pamplona o en el pueblo, la cocina era el centro donde todos comíamos, nos reíamos, discutíamos y llorábamos.

Quizás por eso, la cocina de mi hogar es siempre mi espacio favorito. Porque no sólo es el lugar donde disfruto cocinando y comiendo, es también el lugar donde comparto un café o un vino con las amistades que nos visitan, donde se cuentan las cosas importantes de la vida y donde suelo empezar y acabar el día.

La cocina de Mendiburu está pensada para vivirla, para compartirla con amigos y familiares y para disfrutar cocinando y comiendo. Yo quería una cocina donde se pudiera cocinar cómodamente y donde podíamos comer y charlar en un espacio acogedor. También era imprescindible para mí una gran fregadera y por supuesto una cocina económica para dar calor y cocinar con leña.

Hace ya 26 años que montamos la cocina que está en la actualidad y al margen de que igual cambiaría el color de la encimera o los muebles, me sigue encantando como el primer día. Cada vez que pasamos unos días en la casa, es un placer cocinar en un espacio tan grande y bien distribuido y la posibilidad de utilizar la cocina de leña es una gozada.

Una buena cantidad de celebraciones, encuentros y momentos especiales se han celebrado y se celebran en ella, nuestros y de nuestros huéspedes y por supuesto, la Navidad está entre las más importantes.

Mientras escribo estas líneas, ya tengo la cabeza y la agenda llena de apuntes e ideas para la próxima navidad, cada año más esperada desde que mis hijos ya no están en casa. El “vuelven a casa por Navidad” es la ilusión con la que me despierto cada día de diciembre y me consta que para mis hijos, entrar en la cocina de Mendiburu y abrir cacerolas y sartenes para descubrir sus platos favoritos es uno de los mejores regalos navideños.

Desde estas líneas y humildemente, reivindico todas esas cocinas sencillas de nuestras casas, llenas del amor y cariño y de la comida tradicional que alimenta el cuerpo y el espíritu.

Mil gracias por leer mis historias y por formar parte de la vida y la historia de Mendiburu.

Feliz Navidad a todos y todas.